El Día en el que Jhon Jairo Velásquez JJ Abandonó a Pablo Escobar
Popeye fue sin duda uno de los lugartenientes mas importantes para El Patron, sin embargo no fue para nada el mas importante, ya que por encima de el estaban otros lugartenientes mas importantes como Jhon Jairo Arias "Pinina" el mismo Chopo que eran jefes militares de el cartel; mucho menos fue el mas firme y leal a el ya que lo abandonó por estar enamorado de una mujer, y luego en prision se convirtio en lugarteniente de nada menos que Miguel Rodriguez Orejuela, quedate hasta el final y no te pierdas los detalles de esta historia tomando como fuente el libro Sobreviviendo a Escobar de el mismo JJ.
—Muchachos… mucha suerte, de pronto, si me decido, en la cárcel nos vemos…
La inminencia de la entrega disparaba su La inminencia de la entrega disparaba su adrenalina, además del temor que todavía le producía la mirada fría e impenetrable del poderoso Pablo Escobar Gaviria, “el Patrón”. Sintió cómo la piel se le erizó. Una tenue brisa invadió la despedida de los tres hombres que se estaban jugando su destino. Quizá lo que flotaba en el ambiente no era más que la cobardía disfrazada de prudencia.
—Adiós “Patrón”…
“Popeye” estaba tan próximo a Pablo Escobar, que podía percibir su aliento. La penetrante mirada de aquel enigmático hombre parecía retarlo en ese último instante; logró confundirlo tanto que sintió la garganta seca; con torpeza estiró su mano para estrechar, por última vez, la del hombre por quien tanto respeto y admiración sentía.
Era el final de una loca y frenética carrera en el mundo del crimen organizado. A sus 27 años, Jhon Jairo Velásquez, alias “Popeye”, tenía un largo historial de muertes en su conciencia, pero ahora estaba a punto de cambiar su vida, inspirado en el amor de una mujer.
Mientras se alejaba, en su cabeza se repetían las escenas de los días anteriores…
—Los asesinos también se enamoran… —fue la frase que le dijo a su compañero “Otto”, cuando Pablo Escobar adivinó sus sentimientos.
—¿Qué le pasa “Pope”? ¡Si tiene miedo entréguese con mi hermano Roberto y con “Otto” en la Cárcel de Itagüí! —le dijo seriamente, mirándolo a los ojos. Lo tomó por sorpresa y logró perturbarle.
—¡“Patrón”, usted sabe que tenemos encima a los norteamericanos, a los ingleses y a los israelitas, con este aparato nos ubican en el acto! —replicó respetuosamente, evadiendo la respuesta a lo que realmente le estaba preguntando, mientras le ponía enfrente el medio de comunicación de largo alcance que les enviaron en el correo. Para la época, 1992, aún no llegaban a Colombia los teléfonos celulares.
—¡Usted lo que está es enamorado! Mejor váyase a prisión que allí sí puede ver seguido a su hermosa novia, —le dijo con una sonrisa.
—Lo voy a pensar y le digo, señor… —respondió al tiempo que inclinaba la cabeza. Luego se fue al cuarto que ocupaba en el escondite en la parte baja del barrio El Poblado, de la ciudad de Medellín, en una casa de clase media alta en donde vivían por esos días, encaletados, evadiendo los operativos del Bloque de Búsqueda y de sus enemigos.
Estaban en plena guerra contra el Estado y la iban perdiendo. Eso produjo un efecto dominó en los miembros del Cartel de Medellín que, para salvar su vida, estaban entregándose a las autoridades evitando así caer en manos de los sanguinarios “PEPES” (Perseguidos por Pablo Escobar Gaviria)quienes habían asesinado a la mayoría de los sicarios de Pablo Escobar. Por esta razón “Popeye” sabía que era una decisión demasiado importante para su vida. Por una parte, quería permanecer al lado de Escobar, como siempre lo hizo, pero su otro yo estaba perdidamente enamorado de Ángela Morales, la novia que tenía por esos días y por cuya integridad temía. Les habían informado que los “PEPES” iban a matar a sus mujeres en retaliación por la muerte de tantos policías y del terrorismo reinante por cuenta del cartel. Al estar en prisión el interés sobre él y su gente podría disminuir; desde la cárcel era más fácil blindarse, ante el peligro que representaban los poderosos enemigos que tenían acorralado al Cartel de Medellín. Era la única forma de salvar su pellejo y el de su mujer.
No lo pensó más y en la mañana fue a la habitación del “Patrón”. La puerta estaba entreabierta, miró al interior y sigilosamente se acercó; él lo vio pero no le dijo nada. “Popeye” sintió un nudo en el estómago y no se atrevió a pronunciar palabra. Pasados unos minutos se armó de valor, regresó y con voz entrecortada le habló a su jefe…
—Ya lo decidí señor…
—¿Qué decidió? —Le preguntó sin dejar de mirar la pantalla de T.V., con el control remoto en la mano derecha.
—Me voy “Patrón”… —contestó en voz baja mirándolo fijamente.
—¡Yo ya lo sabía! —Le respondió Pablo, dejando escapar una sonrisa cómplice y tranquilamente siguió mirando el noticiero.
Al llegar la noche el “Patrón” le llamó y volvió a preguntarle.
—¡Cupido!… ¿qué pensó? Llame a “Otto” y vengan los dos…
Diez días después ahí estaba el par de Judas dejando al “Patrón”, abandonándolo a su suerte mientras ellos iban tras un par de piernas que lograron enredarles la cabeza y el corazón como para pensar en iniciar una nueva vida, aparentemente lejos del crimen. “Otto” también estaba cansado de la guerra y quería disfrutar de su mujer.
—Adiós “Patrón”…
—Adiós…
“Popeye”, trató de verlo a los ojos pero la mirada inquisidora de Pablo lo venció. Bajó su cara avergonzado. Le estiró la mano acercándose más a él; un abrazo y un “gracias por todo” fue lo último que recibió de su jefe.
Caminaba junto a “Otto”, de frente hacia la calle, casi arrastrando los pies que se negaban a salir de la casa. Sintió como la humedad nubló su visión. No fue necesario decirle algo al compañero, él también tenía los mismos sentimientos encontrados. Cuando se alejaron unos 200 metros, miraron hacia atrás y lo último que vieron fue a un hombre completamente solo abordando un humilde automóvil rojo, marca Renault, pasado de moda, que partió veloz en sentido contrario al de ellos, manejado por el legendario hombre que cambió sus destinos: Pablo Escobar Gaviria, “el Patrón”.
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